¿Te imaginas un mundo ideal y perfecto, en el que le cayeras fenomenal a todo el mundo? Que cada vez que hicieras algo, todos te dieran su apoyo, te sonrieran y te dijeran “¡Oye, qué bien lo haces todo, eres genial!”. Imagina incluso que te aplaudieran y cayera confetti del cielo…
Aaaahh qué satisfacción daría, ¿verdad?
No quiero ser corta rollos, pero como ya sabrás, esta fantasía es bastante imposible. Así que mejor bajar los pies a la tierra y aprender a gestionar bien las críticas para que no nos machaquen ¡e incluso que saquemos algo positivo de ellas!
La incomodidad ante las críticas está presente todo el día, pero solemos temerlas más cuando salimos de nuestra “zona de confort”. Cuando nos atrevemos a hacer cosas distintas de lo que solemos hacer y nos enfrentamos al descontrol de lo desconocido. Porque no controlamos el resultado de lo que vamos a intentar, ni sabemos cómo lo van a recibir los demás.
De pronto, nos sentimos inseguros, desprotegidos, desnudos frente a los comentarios ajenos. Y eso, como es natural, da bastante “yuyu”.
De hecho, hay veces que ese miedo al qué dirán (qué pensarán de nosotros, qué opinión tendrán) puede llegar a bloquearnos, e incluso a paralizarnos por completo.
¡Y no es justo que dejemos de hacer cosas que nos hacen bien y disfrutamos, sólo por el miedo al rechazo!
Sí, las críticas pueden llegar a doler mucho. Pero depende de quién y cómo te transmita su opinión. De las formas que emplee. Del momento en el que lo haga. De la intención que tenga,…
Esa es la parte del otro. Pero también está la tuya. Si eres una persona muy sensible, que tiende a personalizar todo lo que te dicen y a sentirte atacado con facilidad, es probable que te afecten durante mucho más tiempo. Incluso que veas críticas donde no las hay. Y es que hay veces que nos hacen daño no sólo los ataques directos, sino también las bromas, opiniones, sugerencias,… Si eres inseguro y desconfiado, es probable que estés híper-vigilante y veas una amenaza en cada esquina.
Veamos cómo trabajar todo esto para que no nos haga daño y podamos sacar lo mejor de la situación.
1. Lo primero de todo es darte cuenta de que cada persona tiene su forma de pensar y de ver el mundo. Cada uno de nosotros tenemos una idea de cómo se deben hacer las cosas, de lo que está bien y de lo que está mal. Así que, aunque no lo verbalicemos, todos juzgamos continuamente. Lo hacemos de forma automática e inconsciente. El ser humano necesita categorizar y etiquetar su entorno para sentirse seguro. Es algo natural e inevitable, y no tiene porqué ser algo negativo. ¡También juzgamos como positivas las cosas que nos gustan!
2. Grábate esto a fuego: “no puedo agradar a todo el mundo”. Es más, si te paras a pensarlo ¡verás que no hay nada ni nadie que lo logre! No hay cantante, director de cine, escritor o deportista que guste a todo el planeta. Incluso es deseable que sea así, porque si tuvieras que contentar a todos… ¿Dónde quedarías tú? ¿Dónde quedaría tu personalidad, tu estilo, si te tuvieras que amoldar a lo que (crees que) los demás esperan de ti en cada momento? ¡La diversidad de opiniones hace que el mundo sea más interesante!
3. Date cuenta además, de que no puedes controlar la opinión ajena. Lo único de lo que puedes (y debes) responsabilizarte es de lo que haces, dices y transmites con tu “marca personal”. Si vas a lo tuyo, sin tratar de hacer daño a nadie, siendo respetuoso y educado, puedes estar tranquilo de que estás haciendo bien tu parte. Cómo lo interpreten los demás, no es asunto tuyo. De hecho, cuanto más fuerces el tratar de agradar a alguien, es probable que peor le caigas. Así que intenta ser lo más auténtico y natural posible, siendo fiel a ti mismo, a tus valores y a tu forma de pensar. Seguro que así tu carisma natural terminará encontrando sus fans.
4. Como decía, no puedes controlar lo que dicen los demás de ti, pero sí puedes controlar cómo te afecta. Cómo te hace sentir y para quéte sirven las críticas que recibes.
Si te destruyen o te hacen más fuerte, sólo depende de ti. Del trabajo interno que hagas con esa información. Puedes elegir la opción más fácil y golosa: el victimismo (“pobrecita yo, por qué a mí, qué he hecho para merecer esto, qué mala es la gente,…”) O puedes hacer una lectura más madura del asunto y elegir quedarte con la función positiva que tiene: hacerte crecer y mejorar.
5. Cada opinión que recibes, es una oportunidad para gestionar tus emociones, para trabajar tu tolerancia a la frustración, tu perfeccionismo, e incluso para conocerte mejor. Y es que hay muchas cosas nuestras que desconocemos o nos pasan desapercibidas. Así que a veces viene bien conocerlo, para poder mejorar. Pero es importante que esa información pase un filtro previo, porque no todo vale.
6. Desgrana la crítica, quédate con la parte de información que de verdad te hará crecer. Y desecha la parte fea que sólo te hace daño innecesariamente.
Creerte a pies juntillas una crítica, es como si te comes un alimento tal cual lo sacas del paquete, sin quitarle el envoltorio. Estás tragando con cosas que te dañan y no te sirven para nada. Y eso impide que el alimento (lo importante) llegue a calar y te nutra.
Así que la próxima vez que recibas una opinión, date un momento y piensa:
– ¿De quién procede esa crítica? ¿Es alguien que me quiere, que me conoce? ¿Que desea ayudarme a mejorar, a crecer, a dejar de cometer errores que pueden perjudicarme?
– ¿Qué credibilidad tiene esta persona? ¿Confío en su criterio? ¿Le conozco personalmente y sé que es alguien sano, equilibrado y cabal? ¿Con buen criterio y una forma de ver la vida que va con mis valores? ¿Es alguien que sabe de lo que está hablando y cuya información es valiosa para mí, para mejorar? ¿Se apoya en datos fiables? ¿O simplemente es alguien que ha dicho lo primero que se le ha pasado por la cabeza, sin mediar? Sea como sea, recuerda que sólo es su opinión. Una opinión más. No es la verdad absoluta.
– ¿Qué intención creo que puede tener esta persona al transmitir su crítica? Ya sabes que en Internet hay mucho hater despiadado, que aprovecha el anonimato para hacer daño a los demás. Pero en el fondo suelen ser personas heridas por dentro, que sufren mucho y creen que vomitando su dolor sobre los otros, se hará un poco más llevadero… ¡O simplemente son personas envidiosas que no soportan ver cómo otros se lanzan a hacer lo que ellos mismos no se atreven!
– Entonces, si crees que la intención de la persona es ayudarte a mejorar, y es alguien fiable y con dos dedos de frente: ¡ahí tienes una posible información valiosa que atender! Sé que las críticas son difíciles de encajar y a veces escuecen como el demonio… Pero si agradeces esa oportunidad de mejora, dolerán menos. Además ten en cuenta que, probablemente, para la persona tampoco habrá sido fácil transmitirte esa información desagradable (si lo ha hecho respetuosamente y con intención de ayudarte).
– Las formas que haya empleado para decírtelo es algo suyo personal, que depende de si posee buenas habilidades comunicativas y emocionales, o no. Si la persona tiene bloqueos internos que hacen que le cueste mucho expresar sus sentimientos u opiniones, es fácil que lo haga de forma torpe, poco empática, o incluso vulgar y agresivamente. Por eso no debes tomártelo como un ataque personal. Si puedes, observa a la persona en otros contextos, así verás cómo esa incapacidad para expresarse respetuosamente le sucede con más personas.
Si quieres descubrir más consejos sobre cómo gestionar las críticas para que no te bloqueen ni te hagan daño, puedes leer la continuación de este artículo en el blog de Ainoa.
¡Muchas gracias Ainoa!
A mí este post me ha venido de perlas, y seguro que a otra mucha gente también 🙂
Un comentario
Pues si, la verdad es que siempre vienen bien estos consejos. En el caso de los creativos siempre estamos expuestos, y saber cómo tratar las críticas es imprescindible ya que afecta a nuestro trabajo, tan ligado a las emociones. Gracias!