fiesta de verano: no soy de ninguna parte

Sarah es la cabeza pensante de Annie’s Fingers. Pero hoy nos va a hablar de algo totalmente diferente: de su vida. De sus aventuras, de todos los sitios en los que ha vivido, de su infancia, su adolescencia, de las vivencias de una irlandesa en España… ¡Te vas a reír un montón!Y me encanta tener este tipo de posts tan diferentes 🙂 Su vida es como de película, así que ¡luces, cámara, y acción!

_____
 
– Déjame tu carné.


– Aquí tiene.

– Ese nombre no es de aquí.

– No, soy irlandesa.

– ¡Ah pues no se te nota nada!


Si me dieran un euro por cada vez que he tenido esta conversación…Me llamo Sarah Clair y no soy de ninguna parte.

 

NIÑA
 
Nací en Londres, 1 de enero, (no había mejor día) de padres irlandeses, con una hermana, que no tenía muchas ganas de ser hermana, 8 años mayor que yo. Dos años más tarde nació mi hermano. Ya éramos 5 en casa y mis padres quisieron volver a la tierra madre. Esperaron un par de añillos más y nada, al barco. 
 
No me acuerdo mucho de mis primeros años en Irlanda, pero sí me acuerdo de las clases de ballet a las que me apuntaron porque mi padre estaba empeñado en que tenía que ser más femenina. (Odiaba las clases y finalmente mi madre lo convenció para que me dejara tranquila). Me acuerdo de que dormíamos en literas. Me acuerdo de varios gatos muy gordos que teníamos y del papel pintado de flores que decoraba la casa.
Me acuerdo de empezar primero de primaria a mitad de curso en “Little Orchard”, una casa de una sola planta con 4 dormitorios, chimenea, suelos de madera y un jardín con una colina. En esta casa pasé algunos de los momentos más felices de mi vida y también los más tristes. En verano (si, el verano irlandés existe) poníamos un plástico en la colina, lo llenamos de Fairy y agua y nos tirábamos. Acabábamos siempre con quemaduras del césped, era fantástico. 
 
“Little Orchard” significa pequeño jardín de manzanos, pequeño porque había sólo 5, pero también había un cerezo gigante que agitábamos con palos para que llovieran flores rosas, la valla del corral de las gallinas estaba rodeada de frambuesas, arándanos, fresas y grosellas. Un saúco donde construíamos cabañas y nos caíamos más de una vez de culo. La vida en el colegio no fue particularmente interesante. Yo siempre he sido un poco peculiar y no tengo recuerdos de aventuras con amigos ni nada por el estilo. El colegio era bonito, los profesores eran amables y una vez al año celebrábamos el día del donut. Poco más.

Cuando tenía 9 años mi vida dio un giro brusco. Mi madre, Marie. Leucemia. Muchas visitas al hospital, muchas lágrimas, muchas risas, mucho sufrimiento, enfados, momentos felices. Muchos cambios. En octubre de 1998 el Señor y ella se pusieron 
de acuerdo y dejó de sufrir.



Empaquetar una vida, 3 vidas, la mía, la de mi hermano y la de mi padre, acompañado por el hermano pequeño de mi madre, un hombre excéntrico y ostentoso. Aquí comienza mi gran aventura española.


 

Mi padre había estado en el sur de España pero pensó que quizás el calor no nos iba a sentar tan bien así que optó por Girona. Tras 4 meses de clases de castellano en Irlanda íbamos preparados para decir cómo nos llamábamos y pedir “oon baso dagua por faevor” y anda, qué gracioso, resulta que en Girona hablan otro idioma. (Si decidís mudaros a otro país, sería bueno empezar por enteraros de qué idioma se habla). Estuvimos 6 meses y la mente de mi padre se bajó al sur. “A lo mejor tampoco hacía tanto calor.”

 

 

ADOLESCENTE

Mojácar. Mi padre compró un pequeño cortijo a las afueras del pueblo, de todas las casas en las que he vivido me acuerdo sobre todo de esa. Estábamos rodeados de campo, árboles y libertad. Lo pasé regular en el colegio allí. Había un 47% de extranjeros entre los alumnos y las diferentes nacionalidades estaban siempre en guerra. Yo, como irlandesa, no era de ningún grupo, ni inglesa, ni española. Lo bueno de no ser aceptada socialmente es que tienes que buscarte un poco la vida, en 6 meses tenía control sobre el idioma español y con un año más de clases particulares refiné la gramática. Eso sí, me pusieron mi primer apodo. “Sarah Citroen Picasso”.


 

 

Caniles. Mi año de tercero de ESO lo pasé en Caniles. Un pueblo pequeño al norte de la
provincia de Granada. A diferencia del colegio de Mojácar, aquí eramos 5 extranjeros en todo el instituto. Era una rareza. Esos ojos azules que hipnotizaban… Yo no me sentía exótica, pero era la nueva una vez más, en un lugar nuevo donde tuve que adaptar el oído a los diferentes sonidos de los acentos “canileros”. Me hacía gracia que los niños de mi clase se sorprendieran al escuchar que yo había viajado en avión, pensaban que mi padre tenía que ser millonario.
En Caniles conocí a Jose y su familia. Me acordaré siempre de la primera vez que vi a Jose. Mi padre estaba interesado en comprar una casa cueva y fuimos a verlo (yo iba a todas estas cosas ya que mi padre nunca aprendió el idioma y me usaba de traductora). Estábamos encima de una colina donde se veía la cueva y la tierra que la acompañaba. Apareció un muchacho con dos perros, dando un paseo.
– ¿Quién es ese muchacho?

– ¿Ese? Ah, es el hijo de Antonia. Se llama Jose.

 
Yo, con mis hormonas de adolescente de 14 años me había quedado un poco bastante embobada. Al lado de la cueva había una fuente y Jose se quitó la camiseta para refrescarse. Bueno, como ya os dije, lo de las hormonas…
Durante mi año en Caniles yo me enamoré de Jose y él me rechazó. Era más interesante el
fútbol. Y yo, para él, no parecía tan exótica.
 

Málaga. ¿Qué sería de una buena historia de Guiri sin una temporada en la Costa de Sol? Mi último año de instituto lo pasé en Mijas. Comencé el curso un poco más tarde porque habíamos ido a Marruecos en agosto y tuve la genial idea de comer un melocotón sin lavarlo antes en el coche volviendo a España. Me lo pasé muy bien en el instituto. Nuestro viaje de fin de curso fue a Budapest, Viena y Praga, donde me emborraché por primera vez tomando Kahlua con leche. Ganamos un concurso de cortos y nos dieron un viaje a la Warner como premio. Me mudé de casa tres veces en 9 meses en Málaga.


 

 

Arcos de la Frontera. Mudarnos a Arcos no me hacía nada de ilusión. Iba a empezar Bachillerato y con 16 años, como nos pasa a tantos, no quería saber nada de nadie. Comenzar de nuevo todo. Bachillerato eran dos años. Hacía mucho tiempo que no estaba en el mismo sitio dos años seguidos. Antes, si no me gustaba demasiado, siempre pensaba “Bueno, son sólo 9 meses”. ¡Dos años! Encima en mi primer día de Bachiller alguien me llamó “chocho”. Una palabra desconocida para mí. Lo busqué en el diccionario. ¿Por qué me ha llamado así? ¿Huelo mal?

Yo que pensaba que dos años iban a ser difíciles, acabaron siendo tres. Y durante el tercer año me llegó un correo. De Jose: el fútbol había dejado de ser tan interesante.


 

 

ADULTA
 
Granada. ¡Ay mi Graná! Llevo desde el 2007 en Granada. Jose me llamó, pedí plaza para estudiar aquí, me la dieron, y no lo dudé.
Mientras estudiaba, trabajé en un bar irlandés (¿Lo pillas?). Me levantaba a las 7 de la mañana y me acostaba a las tantas. Esto, cuando eres joven, no te cuesta mucho trabajo, ahora también lo hago y no veas. Estudiando, trabajando, estudiando, trabajando hasta que ya no sabía qué más podía estudiar, y me quedé sin trabajo. ¿Y si me he equivocado? ¿Y si tenía que haberme vuelto a Irlanda? ¿Y si no valgo? ¿Y si? ¿Y si?
Aquí es cuando nació Annie’s Fingers. Ante la necesidad me lancé. Siempre he sido bastante creativa, en Navidad de pequeña me regalaban lápices y papeles y todo tipo de artilugios para manualidades, yo, feliz. Comencé poniendo a funcionar mis habilidades de costura haciendo broches de tela y muñecos pero lo mío siempre ha sido más el dibujo. Investigando online diferentes maneras de poder aplicar mis ilustraciones a algún tipo de material rígido encontré el plástico mágico (sí, un nombre muy serio y formal). Un día me llegó un mensaje a mi tienda en Etsy invitándome a participar en un mercado de artesanía aquí en Granada.
Me acordaré toda mi vida de ese mercado. En aquel entonces cada pieza que hacía lo hacía totalmente a mano, pintada sobre el plástico, una a una. Llevaba 29 colgantes para vender y uno para mí. Vendí 2. Al terminar el mercado me preguntaron qué tal y a mí me dolía la cara de la sonrisa. “¡Pues genial!” (Desde entonces he subido el listón un pelín).
 

Todo esto estaba muy bien y yo lo disfrutaba mucho pero al final del día hace falta comer y pagar el alquiler… Dos colgantes no da para mucho.


 

 

– Sarah, ¿por qué no pruebas a dar clases de inglés?

– No por favor, con lo introvertida que soy.

– Podrías dar clase a niños.

– No sé…
 
Pues sí. Si sabía. Y se me daba muy bien. Tan bien que me ofrecieron trabajo como profesora en un colegio privado (de auxiliar de conversación decía el anuncio, pero ya sabemos cómo acaban esas cosas).
Había encontrado una nueva pasión. Estuve dando clases en el colegio durante un curso y por las tardes les daba clase a tres niños en su casa. Otra vez levantándome a las 7 y acostándome a las 12, Jose se mete conmigo, que si no estoy a tope estoy totalmente parada pero no tengo término medio. En el verano me llamaron de una nueva academia que acababa de abrir. Me sorprendió mucho que me seleccionara para trabajar allí, yo no tenía mucha experiencia y la entrevista desde mi punto de vista fue un poco desastre. Pues parece que alguien un poco desastre era lo que buscaban.  
Ya tenía 4 años de experiencia dando clases y Annie’s Fingers cada vez crecía más. Cuando me ofrecieron la oportunidad de formar parte de la dirección de una nueva academia, salté cual gato a un ovillo. Comenzaba una nueva etapa en mi vida, Over the Moon.
Dato interesante, antes de abrir Over the Moon, aproximadamente 9 meses antes, Robin había entrado en escena. Nació en Julio y abrimos puertas en Septiembre. ¿Os acordáis de eso de que no tengo término medio? Pintar paredes estando en el tercer trimestre del embarazo no se lo recomiendo a nadie. Aún con todo el movimiento y emociones, Robin no quiso nacer y tuvieron que sacarlo por la puerta grande. Y hala, dos negocios y un niño. Muy bien.
EMPRESARIA
 
Dos años más tarde los dos negocios han crecido (Robin también ha crecido pero eso es más automático). He tenido este año casi 80 alumnos a mi cargo, niños y adultos. Cada día aprendo algo y tengo muy claro que me queda mucho camino todavía. Esta semana firmamos con nuestro 6º punto de venta en España con Annie’s Fingers y hemos superado las 470 ventas online. Se ha convertido en un negocio familiar, a Jose se le da mil veces mejor que a mí vender al público y durante los meses menos calurosos participamos en diferentes mercados de Granada donde él maneja el puesto a parte de pasar horas y horas recortando y empaquetando producto conmigo. Tengo claro que si no fuera por él yo no podría con todo lo que me he echado en el plato. Menos mal que dejó de ser tan interesante el fútbol…
 
 

Yo sigo sin sentirme de aquí. Las pocas veces que he vuelto a Irlanda tampoco me he sentido de allí. (Las irlandesas se pintan de naranja para que parezca que han estado al sol, ¿alguien me puede explicar eso?) Estoy entre dos tierras como diría mi amigo Bunbury.

 


Soy. Soy mujer, soy esposa, soy madre, soy artesana, soy profesora, soy guiri.


Soy. Soy trabajadora, soy constante, soy valiente, soy fuerte, soy atrevida.


Soy Sarah. Si, con H.

 

 

 

– Ese nombre no es de aquí.



– No, soy irlandesa.



– ¡Ah pues no se te nota nada!



– Más me vale después de 20 años.


 

 

 

_____
¡Me encanta el post Sarah!


Muchas gracias por compartir tus vivencias y hacer de este día tan divertido 🙂

 

 

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7 comentarios

  1. Me ha hecho mucha gracia la última frase y me he reconocido en el titulo del post. Cuantas veces he tenido que contestar a la misma pregunta con esta misma frase. Saludos de una que tampoco es de ninguna parte y feliz que es así.

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